Un gAt en Nueva York … El Reencuentro con Álvaro
Veinticinco años después vuelvo a Nueva York; ciudad que me sirvió de base para mi formación en el Centro de Investigación y Desarrollo de I.B.M., ubicado en “Yorktown Heights”; 30 minutos al norte de Manhattan. Yo Estaba lleno de sueños; lo sigo estando. Pertenecía a la Industria Petrolera Nacional; la cual brindaba oportunidades de Primer Mundo.
El motivo de este viaje: encontrarme con mi hijo Álvaro, quien se acreditaría como abogado del Estado de Nueva York (The Bar).
Álvaro para ese entonces, era un crío de escasos dos años; precoz y con talentos singulares.
Nunca olvidaré su primera clase en maternal; donde utilizó sus habilidades guturales; con rugidos de tigre; ante el desconocimiento de la lengua; para ganarse el aprecio de sus compañeros.
Hoy en día domina varios idiomas; vive en Ginebra y trabaja como abogado en la Organización Mundial de Comercio.
La ceremonia es solemne. Solo faltaba que los jueces se aparecieran con pelucas blancas y onduladas.
El acto es sencillo, conciso y aleccionador. “Ser abogado les da un poder que puede cambiar la vida de la gente. Úsenlo para bien.”
Nos acompañó su madre; a quién conocí con una misión de vida que no ha cesado. Soportar a sus hijos hasta el último aliento.
Sin duda ha sido el baluarte en que los sueños de Álvaro se hagan realidad.
La fascinación de Álvaro por el mundo animal se mantiene incólume. Desde hace muchos años se auto identifica con el Lobo (incluyendo al Husky).
Su padre también… pero con el Estepario de Herman Hesse. Una de las pocas lecturas que he asumido en las diferentes mutaciones de mi vida. Aún conservo el texto original con garabatos indelebles e indescifrables.
Nuestra primera visita fue el Museo de Historia Natural. No me hizo falta guía. Tenía a “Animal Planet” susurrándome conocimientos.
Su sección preferida: Los Dinosaurios. ¿Quién iba a pensar en su extinción? Todos somos MORTALES, a menos que dejemos un legado.
Nos alojamos muy cerca de uno de los íconos del “Imperio”: El “Empire State”(1930s). Es una mole fascinante; bloque sobre bloque; que atrapa el brillo de la ciudad, y en el atardecer lo refleja. Y por supuesto a pocas cuadras tentacionales de la tienda por departamentos más grande del mundo: Macys.
Sin duda el encanto de la ciudad es el paisajismo creado por el hombre y su urbe. Arte Deco, Gótico, Renacentista, Modernismo; todas las tendencias plasmadas en una obra ecléctica. El horizonte y la bóveda celeste es del otro mundo. La cúpula de luces de la Torre Chrysler (1930s), lo gótico de Woolworth (1913), “Flat Iron”(1902) triangular, esquinera y elegante semejando una plancha maciza de ropa, el tope angulado del “CitiGroup” y la transparencia del “Bank of America”.
Hay una obsesión por humanizar la ciudad. Recuperar los espacios urbanos para los peatones. Que mejor ejemplo que el “Highline Park” que se erigió sobre la ruta del tren sobre “Meat Packing District”.
Cenamos un “barbecue” coreano, con la brasa debajo de la mesa; y unas anfitrionas que se aseguraban de que la carne estuviera a punto. Valió la pena el “tour” gastronómico.
Aprovechamos para rencontramos con las sobrinas: Valentina y Andreina; que hacen vida profesional en la Gran Manzana. Una en las artes y la otra en los números.
El punto: Boquería y sus tapas para no perder la latinidad. El medio de transporte: El Metro; que aun cuando vetusto funciona 24 horas.
Recorrimos los predios de NYU: su post Alma Mater; ubicada en el bohemio “Greenwich Village”; la biblioteca, los espacios abiertos, la residencia y hasta el “comedero”.
No había vuelto al Distrito Financiero; desde el atentado a las Torres. Aun cuando no se levanta en pares, la nueva estructura es de una elegancia por los cuatro costados. La carcaza se ve lista.
Caminar por el malecón del Puerto es liberador. Uno se transporta sobre los muslos de los trotadores, se fusiona con la Libertad de la estatua y los puentes conectores de costa con herrumbre y argamasa; para finalmente refrescar la vista en las aguas del “East River” en compañía de su fauna alada. Para llegar pasamos por el Barrio Chino; colorido a más no poder y con su estela de mentol y “dim sun”.
Su decorativa caligrafía está adosada a cada pared. Comimos marino en el “Southstreet Seaport Pier 17”.
En “Battery Park” aprovechamos los últimos hielos esculpidos, y hasta recibimos una garuíta de nieve.
El frío hizo de las suyas; aun cuando he sentido peores. Creí que estaba curtido; pero me tuve que abrigar acorde. Cero y menos, a la intemperie y con viento; no son juegos.
La Catedral de San Patricio es un sitio de recogimiento, para fieles y hasta mendigos comportados que buscan abrigo. La invade una luz celestial que se cuela por sus vitrales morados e innumerables arcos.
Rockefeller Center aún nos brinda su pista de hielo con giros y rizos al viento.
“Union Square” es campo de protesta urbano en pro de la libertad de opinión absoluta; y de mercados campesino.
“Broadway” y el “Radio City” nos anuncian la próxima aparición de Juanes.
“Times Square” es un hervidero aun sin esperar el Año Nuevo.
Siempre me lo dijo… “Quiero ser parte del Primer Mundo, como ciudadano de Primera”; y sin duda lo está logrando.
Aún le falta concretar sueños en progreso para constituir una familia “vikinga”; pero eso es tema de otra historia.
gAt
Que orgullo padre. Mil felicitaciones para Alvaro