La Mujer en La Jaula

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Corría el verano de 1979. La familia Antoni Taborda estaba pasando vacaciones en la paradisíaca isla de Barbados, con playas cristalinas, arenas blancas, finas y sol por doquier.

Venía con muchas expectativas y las hormonas cargadas. Recién el año pasado mi hermano y compinche Juan Miguel (Johnny) había tenido un affaire con una enfermera y fisioterapeuta sueca que lo prendó hasta el último poro.

La llegada a la isla fue peculiar. En el aeropuerto pululaban unos negros descomunales, con batolas de sedas que transparentaban unas piernas que parecían columnas esculpidas. Además de sonrisas prístinas que cantaban “welcome home”. Eran los Beach Bums, los “vagos” de la playa dispuestos a demostrar a las turistas el consabido mito: “Once you go black, there is no way back”. Parecían reyes de tribus africanas. Cochina envidia.

Nos alojamos en un hotel reconocido, e inmediatamente avistamos par de inglesitas. En un tris pensamos… Un dos para dos. Les dirigimos miradas de latin lovers sin ninguna réplica.

Luego de un día playero en familia y poner el bronceado a tono, alborotar los crespos, y delinear las patillas  a lo “Elvis Presley”, nos dirigimos a “The Hippo”, la discoteca de moda ubicada en la línea costera. El primer shock fue conseguirnos al par de inglesas rosadas amalgamadas con locales, cual oreo con fresa. El contraste era notorio y nuestra decepción también.

La música estaba realmente pegajosa. Y lo mejor estaba por venir…

De repente surgió del techo una hermosa morena contorneándose dentro de una jaula. Mis ojos estaban atrapados con un solo foco. Oscilaban a su ritmo. Y lo mejor estaba por venir…

Luego de salir de los barrotes se acercó a mí junto a una “amiga” y me solicitaron un trago…mejor dicho dos. Por supuesto Rum PUNCH. Y lo mejor estaba por venir…

Luego me invitaron a bailar para agradecer los tragos. No quedó una burbuja de aire entre nuestros cuerpos. Me sentía una estampilla adosada con pega loca. Fui el jamón de un sándwich caribeño. Y lo peor estaba por venir…

De seguido me invitaron a seguir bailando en trío en mi habitación. En ese momento me asusté y solo se me ocurrió decir que me estaba quedando en el cuarto con mis padres…lo cual era verdad.

“Todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí.

De humo fue tu amor y de papel…

Mira mis lágrimas como no cesan por ”.

Por supuesto volvimos noche tras noche, al acecho. 

El Johnny terminó enamorado de una portuguesita, y yo de una tierna morenita de New Jersey, que bailaba conmigo bajo los ojos atentos de su familia, lo cual no impidió que mis jeans blancos se tiñeran del índigo de los suyos. Lo mas candente solo hirvió en mi imaginación. Si duda mas acorde con la experiencia  y personalidad de este veinteañero.

 

Gerardo Antoni Taborda (gAt)

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