Buenos Aires … y mejor sendero.
Aterrizaje ligero, donde la ciudad nos obsequió su arquitectura de luces, y la tristeza de los hinchas; es decir del País; por un sueño truncado.
Clima templado, ideal para llenarse de huellas y rostros.
Abordamos el subte..rraneo, fascinación de lo antiguo y funcional.
Las avenidas son amplísimas, hasta 7 canales que rebosan la circulación dominguera.
Las calles no son nada “corrientes”.Los edificios y plazas son monumentales y adornadas. Plaza de Mayo..en silenciosa confrontación con la Casa Rosada.
No se percibe inseguridad; “venimos de Caracas”; a pesar de que no estamos eximidos de mendigos y algo de basura.
La primera parada es el Mercado de San Telmo..repleto de corotos y turistas. Abundan arte y antigüedades, y el tango de calle en canto y gambetas. Piernas a tono y elegancia danzarina, sobre rostros vetustos y sonreídos. Materas y los aperos del gaucho; botellas, cristales y cubiertos; botones, frascos y el perfume de la ciudad.
Llego el almuerzo, en una casa repleta de historia, hospitalidad y el placer de la carne asada. A pocas cuadras el Café Tortoni, bullicioso y con un lustre que data de los 1800s.
El Plata con su anchura colosal se atraganta con las luces de la ciudad en una noche brillante. Estamos en Puerto Madero.
Me descarrillo entre las obras del Museo de Fortabat; en una visita guiada
Me marcaron La Difunta, por su realismo mágico, amamantando a su vida después de la suya.
También la mujer en plena primavera, desvestida de rojo y plasmada en invierno.
Al frente los diques y el malecón, allende las velas.
Momento efímero entre arte y recién conocidos que permanecerá de por vida e intervienen mi realidad.
El cielo, la luz y el viento se imponen sobre la llanura amarilla de la Provincia de San Luís. Nacen desde el suelo y lo envuelven todo. En el fondo una serranía llena de relieve, rocas, arbustos y espigas silvestres.
Niños con olor a leña se educan con recursos de última generación. Aprenden y enseñan. Cada uno con su ritmo. Sus ascendientes también son digitales. Se respira pureza, progreso y futuro desde el presente.
Capítulo aparte merece su gente.
Los anónimos que fueron lazarillos en su tierra: porteños, punteños y puntanos.
Mariana y Ariel, anfitriones de pura cepa y la mejor reserva. Detallistas hasta la saciedad.
Hugo: chofer, guía y nuevo amigo de San Luis. No había preguntas sin respuesta y una alegría color del cielo.
La vedette..Alicia; servidora pública y rectora de La Punta. Lucidez convincente, entusiasta y efectiva; y un humor tan exquisito como sus ganas de compartir.
Argentina me abrió sus puertas…y quedaron abiertas. Me quedó pendiente casi todo. Me llevé una impresión bárbara y el deseo impulsivo de volver.
gAt