DINAMARCA…una Luna de Miel para TRES

Que mejor motivo para enrumbarme a Dinamarca que el matrimonio de mi primogénito Álvaro, con su novia islandesa Dora Jonsdottir. Tuve el privilegio de ser el único acompañante.

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Viajo a Dinamarca vía París en un avión dominado por chinos que retornan a su Imperio. Dinamarca es un rompecabezas insular, con una península y más de 400 islas, la mayoría deshabitadas. Su población alcanza un poco más de cinco millones y medio de habitantes. Está rodeada por el Mar del Norte y el Báltico. El primer destino es la isla de Selandia, donde se encuentra la capital: Copenhague.

El Estado proporciona bienestar colectivo. La justicia y seguridad social funcionan. La esperanza de vida es muy alta y tienen un índice muy bajo de mortalidad infantil. En buena medida han eliminado la burocracia y la corrupción. La mayoría es clase media. Tienen educación gratuita hasta la Universidad, un sistema de salud de por vida, un sistema de pensiones para vivir holgadamente, un seguro de desempleo casi ilimitado, y libertad en su más amplia extensión.

La primera impresión de Copenhague (København en danés); es su uniformidad. Construcciones a la misma altura, y con un estilo similar. Grandes ventanales para capturar el sol y la brisa. Colores pasteles o terrunos le otorgan sobriedad. Colores vivos constituyen manchas de alegría cuando el clima arrecia. En este momento y hasta el 2018 lucirá maltratada. Están expandiendo el metro.

Hay gran orgullo por lo nacional. Aun cuando son parte de la Unión Europea no usan el euro. Su bandera se exhibe en toda su cardinalidad. Tiene una cruz blanca que refleja la «pureza» de su religión sobre el rojo de la sangre derramada por sus enemigos. La del resto de los países escandinavos es similar, en cuanto a la cruz. Varían en los colores. Su monarquía constitucional tiene una dinastía milenaria, de las más antiguas del mundo y la más vieja de Europa. Hasta sus monedas (la corona) están impregnadas de los símbolos reales. Su diseño desde muebles hasta ropa, así como su porcelana son reconocidas globalmente. También hay una fascinación por el fuego y las velas. Las encienden hasta en el desayuno, a pesar de que han tenido incendios devastadores.

1-Palacio-Residencia-Real

Existen muchas consideraciones para el ciclista. Las bicicletas están a la orden del día. Pululan por doquier. Tienen nuestros mismos hábitos. Casi no usan casco y «chatean» mientras manejan. Hay que cuidarse de ellas y girar como periscopio al cruzar las esquinas. Tienen sus vagones en el tren y un canal para deslizarlas ante la presencia de escaleras.

1-Estacion-Central-Bicicletas

1-Ciclista

No podía perderme la recomendación del sibarita de mi hijo, sobre los mejores «Hot Dogs» del mundo; después de los islandeses que incluyen carne de cordero. Me rendí ante la recomendación del «perrero» y me comí uno con panes cortos, salchicha roja y larga, cebolla natural y tostada, pepinillos y varias salsas !Meget velsmagende! (muy sabroso). Las etnias abundan, lo cual le añade colorido y sonidos a la ciudad. Hasta me sumergí en un mercado afgano. Son ambientalistas pero fuman como chimeneas, en espacios públicos y hasta cerrado; a pesar de que pregonan que «todo» ha sido cultivado orgánicamente. El suelo está regado de colillas y las esquinas con fumadores de la mala vida. Son ecologistas, pero cobran por todo. Vi a turistas desesperados e incontinentes en la Estación Central buscando monedas (5 Coronas) para acceder a los baños. Eso sí, los niños no pagan. ¿Y los ancianos? ¿Y por qué no pagan por mi urea?

Los daneses se jactan de ser uno de los pueblos más felices del mundo, y uno de los mejores sitios para vivir. Coincidí con la época de celebraciones de fin de año de los colegiales. Todos con su gorra marinera y en caravanas jolgoriosas. Los transportan en camiones donde cabe un ejército a fin de contener los excesos. Aunque Usted no lo crea, hoy capte a través de mi ventana par de muchachas pasadas de alegres que empezaron a ofrecer y lanzar latas de cervezas a los transeúntes desde un segundo piso. Desafortunadamente no llegué a tiempo para compartir con una “Gran Danesa”…Guauuu. La «politi» ni se ve ni se siente, a pesar de que presencié varios berenjenales «vikingos» azorados por el alcohol. Me imagino que observan como el «Big Brother».

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También estuve en «Tivoli», un parque de atracciones de vértigo y mareo circulante, jardines, teatro, conciertos y un acuario tropical con nuestras pirañas y morenas….con escamas.

4-Tivoli

Me entusiasmé con un desayuno danés. Los panes, incluyendo el popular pan negro (centeno), quesos y fiambres son fuera de serie. Además a mi favor juegan los vegetales. También acostumbran huevo sancochado. ¿Qué extrañé? Alimento caliente y sólido asentándome el estómago para recordar que la vida no solo es sabrosa sino cálida. Ya me desquité con un «bagel» con corteza de semillas y relleno con queso y revoltillo. Lo máximo. Y también con un baguette de corteza crujiente con pastrami, tomate, pepinillo y lonjas de queso emmenthal.

El día amaneció soleado y me dispuse a trolear por calles empedradas y peatonales, flanqueadas por edificaciones centenarias de no más de tres pisos que alojan cafés, tiendas de antigüedades, arte y ropa de autor. Comencé por el mero centro. La primera parada fue el Ayuntamiento. Es imponente y está abierto al público de extremo a extremo. Está custodiado por figuras de la mitología escandinava; incluyendo dragones. En el techo posan par de osos, para recordar su dominio sobre Groenlandia; la isla más grande del mundo; territorio autónomo pero dependiente. Fui testigo de un matrimonio entre compañeros de armas y los colegas jugaron con sus sables a costa del vestido de la novia y la paciencia del novio. Muy cerca se encuentra la estatua del famoso escritor Hans Christian Andersen (1805-1875), autor de El Patito Feo, El Soldadito de Plomo, y La Sirenita; cuya estatua constituye la principal atracción turística de Dinamarca. Sus cuentos infantiles están llenos de moralejas … para adultos.

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El tañido del reloj me invitó a proseguir. Me encaminé por la calle peatonal ubicada en la zona de Malmó, llena de cafés, tiendas y muchedumbre. En cada esquina me topaba con música étnica. Abundaban los acordeones y conocí al «hang» (mano en suizo): instrumento musical de percusión con sonido metálico armónico y relajante tocado con las yemas. Desembarqué en los canales de Nyhavn (Puerto Nuevo). En el camino saludé con premura muchas estatuas (e.g. Obispo de Absalon, fundador de Copenhague; y La Sirenita: símbolo danes) , fuentes famosas (la de las cigüeñas que en realidad son garzas), iglesias, monasterios y órganos llenos de historia, melodías y tradiciones y por supuesto edificios y palacios emblemáticos tanto del pasado como de la modernidad: Palacio de Justicia, Palacio de Amalienborg (Residencia de la Familia Real constituido por cuatro edificaciones simétricas), Christiansborg (Parlamento), La Casa de la Bolsa (coronada con cuatro dragones entrelazados que caen desde el techo), La Ópera, La Sala de Conciertos y La Biblioteca (Black Diamond).

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La sensación de recorrer los canales es refrescante. Los puentes son bajos y estrechos lo cual le agrega su encanto. No toma ni una hora y da la visual de muchos de los íconos de la ciudad. Mención aparte, por lo inesperado y terrorífico son las esculturas de una familia sumergida en angustia, justo donde se toma la lancha. El hombre sirena y sus siete hijos es una historia de una mujer que enamorada acepta vivir bajo el agua y le engendra sus hijos, pero un día la invade la nostalgia y retorna a sus predios. El sireno y sus hijos claman desesperados por su regreso. De nuevo está presente el tema de la pertenencia, y un final triste.

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Finalmente coincidí con los «consuertes». El encuentro fue en el pasillo central de la Estación Central, frente al reloj y hermosas lámparas colgantes más propias de un palacio. Salimos en tren con vistas raudas. Luego de un trasbordo y casi 2 horas llegamos a Svendborg, donde tomamos un ferry que nos llevaría a la isla de Ærø (lugar de la ceremonia) en poco más de una hora. Sillas acolchadas y con soporte cervical, ventanales de piso a techo que nos rodean 360 grados y una cubierta al aire libre que nos nutrió de veleros, islotes y campiña.

Aero es una isla sembrada de suaves colinas, dunas y playas de arena y piedras. El trigo está por doquier. También el heno y el ganado rollizo. Recorrerla en bicicleta es una experiencia única y encalambrante. Estamos en el pueblo de Aeroskobing. Pintoresco a mas no poder con 750 años de historia medieval muy bien preservada. Cada casita es una escultura en formato grande. Con colores y hasta texturas diferentes. Algunas son cinéticas, jorobadas por el peso tiempo o construidas en desequilibrio. Sus puertas son una obra de arte. Muchas tienen a la entrada una vela encendida dentro de una lámpara, a pesar de que en verano la noche no llega nunca. La calle principal queda frente al desembarco del ferry. Está empedrada. Los pies necesitan herraduras y las maletas alineación y balanceo. En el camino los pobladores dejan cestas con galletas típicas, mermeladas y hasta tejidos en mantas y babuchas. Uno deposita el importe en una cajita y se lo lleva. Que sensación tan placentera la de vivir en confianza. Los hoteles son como casas de familia, hasta con baños colectivos. Para este mochilero eso no es un problema. Mi intimidad le pertenece a la humanidad. El único detalle es el caminar sonámbulo y lleno de crujidos de madera a lo largo de un pasillo interminable. Recordé con añoranza las bacinillas. Mi cuarto es una buhardilla con un gran ventanal con vista a un hilo de mar, casitas sembradas de flores y sonidos naturales que acogen. No se siente civilización. Solo la esporádica irrupción de un motor, una sirena de un barco o un tañido; para recordarnos que estamos entre marinos.

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Hoy pedaleamos hasta el pueblo pesquero de Marstal con 500 años de historia. Tienen un museo marino que es un imperdible. En el camino visitamos un viejo molino y bordeamos la costa con sus mini casitas de playa y más de un osado dándose un chapuzón helado.

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Llegó el gran día en el cual Dora y Álvaro se unirían en matrimonio ante los hombres. Ya lo han testimoniado ante los dioses desde hace muchas lunas, incluyendo a Thor, el Dios nórdico del Trueno. Partimos desde su hospedaje, una casa estilo patricio que data de 1784, de solo 6 habitaciones y colmada de antigüedades; donde Dora fue peinada y maquillada como una deidad escandinava. Las flores naturales hacían una corona sostenida por su rubia cabellera. Álvaro como un dandi internacional, con detalles de calavera en su corbatín, yuntas y medias; simbolizando “hasta que la muerte nos separe“. Los trajes de ambos meticulosamente escogidos y confeccionados a la medida. Las miradas y las bendiciones les llovieron en el camino hasta la jefatura civil. Yo solo oía “tillykke“(felicidades) y les retornaba a los vecinos un gracias sonreído de padre orgulloso. La celebración incluyo salmón ahumado tibio con salsa casera, filete en su jugo, papas con romero y vegetales del huerto. Y para despedir el día un arcoíris pleno de tesoro y porvenires, y una hoz para segar el buen camino.

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Ya estamos de regreso en Copenhague. Recorrimos el barrio de Christiania, una comuna «autogobernada» de solo 1000 habitantes. Es famosa ya que se tolera el consumo y venta de drogas blandas. Por ello las fotos están prohibidas, ya que sigue siendo ilegal. El aroma lo impregna todo, incluyendo mis sentidos. Todo es un grafiti con explosiones de color. La propiedad es colectiva. Demasiado desorden y falta de higiene para mi gusto. La ironía es que muy cerca se encuentra el mejor restaurant del mundo NOMA, con listas de espera de más de tres meses y cenas que cuestan entre 400 y 1000 dólares.

Aun nos quedó tiempo para visitar el zoológico. De nuevo entre los más antiguos de Europa. Me encantaron los animales activos: lobos, osos, hipopótamos, jirafas, elefantes, oso hormiguero, lince, leopardo, camellos, mandriles y el sinigual okapi: la jirafa–cebra. El resto de los grandes: leones, rinocerontes, bisonte, panda rojo y tapires; estaban aletargados. Me sintió no ver al de Tasmania. Espero que no haya estado en una demoniada.

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Llegó el día de la partida. No sin antes impregnarnos de lo endógeno a través de una visita al Museo Nacional. La entrada es gratuita lo cual facilita conocer y arraigarse a lo propio. Además tienen una sección interactiva para niños. No hay excusas. Recorrimos la historia y prehistoria desde la Edad del Hielo hasta nuestros días; pasando por el período vikingo. Herramientas, armas a granel, espadas justicieras, escudos, instrumentos de vientos ceremoniales como el lur; que servía para reunir las tropas y ahuyentar los enemigos; carrozas y hasta altares. Regreso feliz con el presagio de un futuro promisorio para mis BI-Kingos.

Gerardo Antoni (gAt)