La Ruta de los Andes: desde Barinitas hasta Bailadores.

Un mil seiscientos veinte kilómetros de disfrute nos llevaron hasta Bailadores, ascendiendo desde Barinitas y usando como campo base Sándalo Posada(1). La primera parada fue en el mirador que conduce en pocos minutos y por una  caminería bien trazada, a la cascada de El Velo de la Novia, un poco antes de llegar a la Mitusuy, poco después de entrar al estado Mérida desde Barinas. La leyenda cuenta que la Princesa Nube Blanca; raptada por los españoles y luego rescatada por su tribu, se había enamorado de un noble español, el cual no fue aceptado por los indígenas. Ante el desamor se entregó a la naturaleza, dando origen a la cascada.

En Apartaderos hicimos una parada en La Tienda del Páramo. Impera el buen gusto en arte, artesanía, y en su curaduría. En temporadas habilitan el restaurante.

Visitamos el Parque Alberto Carnevalli, el cual se encuentra cerca de la Mucuruba para recorrer los meandros del Río Chama, y procurarnos de una piedra para moler. En realidad lo que queríamos era una piedra que permita que Tambora; nuestra morrocoya, tenga sus baños de sol y su aguadero. Ya habíamos ofertado sin éxito en una tienda de antigüedades. Recorrimos el parque y sus adyacencias bajo la fragancia de los  pinos, azuzada por la lluvia que baja del páramo. Pastamos entre ovejas y becerros, pero salimos sin la piedra … por ahora.

No importa cuántas veces visites un lugar, su gente siempre enriquece la experiencia hasta hacerla única y sorprendente. En este caso conocimos a Jesús Urbina, profesor titular jubilado y activo  de la UCV (mecánico y metalúrgico). Lo conocimos en la sobremesa de un hervido. Vive en el Pedregal de Tabay. Nos sacó de nuestra ignorancia y esfuerzos vanos, buscando en las riberas de los ríos andinos las piedras para moler. La talla en piedra se logra golpeando una roca con otra del mismo material. Pero además nos llevó a su casa, nos demostró la técnica y nos obsequió una talla en progreso. Don de gente que reconcilia con la humanidad.

Uno de los iconos de Los Andes son los perros Mucuchíes, la única raza nacional. Nos paramos en un puesto de carretera donde vendían unos cachorros, en compañía de un San Bernardo. La jaulita tenía una mortadela amarrada para que fortalecieran  las encías. Es difícil no sucumbir ante esos ovillos peludos(2).

Escaguey fue el Campamento Base  para varios adentramientos a la montaña. Tuvimos el gusto de conocer a Carmen Rangel, una señora mayor pero templada a mas no poder, quien al evidenciar nuestro cansancio nos animó con un decir: “que la virgen los tenga alentaitos”.

Las aguas termales siempre me han cautivado. Son la comunicación con las entrañas de la tierra. Pero cuando las consigues a más de 3000msm el atractivo es aún mayor. En esta oportunidad visitamos las de La Musuy, un pueblito que se encuentra como a 10 minutos de Mucuchies, bajando hacia Mérida. Al fondo se ve el pico El Molino, cuyas cumbres se llenan de nieve. Desde La Musuy se ascienden entre 20 y 30 minutos por una cuesta empinada y a merced del “soroche” (malestar que se siente en las alturas), para luego caminar 20 minutos más por un sendero bien delimitado. Las aguas están represadas en una poza de piedra de varios metros de diámetro, con una profundidad que puede llegar a 1 metro con 60 cm. Es un chapuzón delicioso, con una salida escalofriante.

Uno de los objetivos folclóricos y devocionales del viaje era asistir a la Fiesta de Las Velas, que se celebran en Mucuruba cada 8 de diciembre en honor a nuestra Inmaculada Concepción. Hace unos años se quitaba la electricidad del pueblo, y se prendían alrededor de 18 mil velas. Hoy en día prevalece el simbolismo…por la escasez de parafina. Las velas solo se encienden en la plaza, y en los altares que los pobladores erigen frente a sus casas. A pesar de que impera la Ley Seca, y se prohíbe el paso de motorizados, la festividad fue mancillada por los motorizados que a modo de protesta trancaron la trasandina unos kilómetros antes del destino. Nosotros quedamos a su merced. Fueron dispersados a perdigonazos varias horas después de la descomunal tranca.

Bailadores fue la visita final. Siempre lo asocie con flores y fresas. Hoy en día significa el pueblo natal de Olinda Margarita Moret de González. La muchacha de campo, criada con calidez, sencillez y valores. Costurera desde la primera edad, normalista, y posteriormente “La Maestra de cuarto grado”, pintora popular, jardinera, mariana y progenitora de la ChipiLINDA.

Desde Escaguey son aproximadamente 120 kms, y aproximadamente 3 horas con tráfico lento al atravesar Mérida, alcabalas y  reductores de velocidad. Para llegar a Bailadores se toma hacia El Vigía, y justo antes del túnel uno sale hacia Santa Cruz de Mora, Tovar y finalmente Bailadores.

Antes de llegar a Santa Cruz de Mora, en el Valle de Mocotíes, nos encontramos con la Hacienda La Victoria, sitio emblemático que recuerda nuestra época gloriosa como exportadores de café con un pico en 1918. Es una joya de la arquitectura colonial con propósito.  Los patios de secado son soberbios. También hay un museo dedicado a los inmigrantes y por supuesto al café. Eso sí, la atención brilla por su ausencia.

Alrededor de Tovar aparece la discriminación en el surtido de gasolina, por no tener el “chip” que pretende controlar el “contrabando marginal”. Hay que tomar las previsiones, y no dejar que el tanque baje de la mitad.

Estamos en Bailadores. Colocarse bajo la cascada nombrada en honor a la India Caru y su leyenda es un imperdible. Queda a 10 minutos del pueblo, y el camino está señalizado. Lágrimas de agua empapan el ambiente, para luego desparramarse raudas por varios cauces que recorren el parque y dejan en el camino una estela armónica de tonos diversos. Cuenta la leyenda que Caru estaba próxima a casarse cuando su novio cayó abatido por los españoles. Caru lo traslado montaña arriba buscando la intercesión de los dioses. En el trayecto las fuerzas la abandonaron y murió abrazada a su amado. El Dios de la montaña recogió sus lágrimas y las arrojó al espacio dando origen a la cascada.

Sándalo Posada; el campamento base en Escaguey, merece un capítulo aparte. Uno no se siente huésped, sino un invitado atendido por sus dueños: José Luis e  Isabel. Complacencia a más no poder, cocina de autor creativa y abundante, con la frescura de la zona y alguno que otro ultramarino para realzar los sabores. Son apenas 4 habitaciones y la suite. La decoración y jardinería son sublimes. Durante el año 2014 recibió el Certificado a la Excelencia de “Trip Advisor”. Entre los detallazos podemos resaltar que en la habitación fuimos recibidos con un portarretrato con una foto enmarcada de nuestra última visita. La pulcritud y mantenimiento son a prueba de quien sea. Al salir cada huésped se vuelve a retocar la pintura de la habitación, ante el inevitable roce de una maleta. ¿Qué tal?

Las comidas se sirven en una vajilla impecable, con servilletas de tela con ramita de lavanda que perfuma un ambiente acústico.

Los desayunos incorporan natillas y quesos artesanales, arepas andinas y  el toque español de chistorras y morcillas.

Imposible alabar la cocina sin referenciar algunas de las degustaciones que varían al libre albedrio de José Luis, Isabel y disponibilidad de los ingredientes.

Entre las tapas: canapés de caviar de trucha, gelatinas de cerveza rellenas de salmón, aceituna o caviar; aceitunas con sal de vino o papas a la riojana.

De las ensaladas: templada de mariscos con aderezo de mostaza y miel o Ensalada con tocineta crujiente deshidratada al horno, dátil en juliana, pimientos asados, maní tostado, y polen.

Entre los principales: dorado a la espalda (sellado) con alioli de mango, lomito macerado en licores varios con salsa de cebollas caramelizadas y ajos rostizados; riñones al jerez con guindilla (picante). Con contornos como: palmeritas de hinojo a la plancha y aguacate rebosado.

Y como postres: torta de queso asturiano, con agua de azahar y filigrana de caramelo; mousse de café, mousse de limón sobre chocolate espeso, semillas de amapola, menta, moras y fresitas; todos creados y elaborados por Isabel.

Fueron cientos de kilómetros disfrutados con intensidad en menos de una semana. El cansancio se rindió ante el disfrute. Volveremos por más, en otra Campaña Admirable.

Gerardo Antoni Taborda (gAt)

Email: gantonit@gmail.com

Celular: 58-424-1971326

Blog: www.gerardoantonitaborda.com

Instagram: @gatuqueque

Datos:

(1). Sándalo Posada:

0274-7903619, Instagram: @sandaloposada, sandaloposada.blogspot.com, Facebook: sandaloposada.

(2). Mucuchíes:

Es un perro de gran tamaño, de constitución robusta, como todo perro de montaña, de aspecto muy agradable y de cierta imponencia, ojos pardos de bondadosa expresión, aunque es un animal de gran energía y a pesar de tener desarrollado el instinto de vigilancia, que le mantiene siempre en estado de alerta, es de movimientos pausados y seguros, como corresponde a su fuerte contextura.

El perro Mucuchíes fue en sus orígenes un perro pastor de rebaños y un perro guardián. La primera cualidad la perdió por la escasez de rebaños en los páramos andinos pero en cambio conservó la cualidad de guardián. Tiene un carácter fuerte, es muy activo, es manso y amoroso con los que le son familiares pero reacciona violentamente contra cualquier extraño, a menos que se le enseñe con una voz de mando a respetar a las personas que se le indiquen.

Color: completamente blanco, blanco con manchas en variados tonos de color miel y blanco con manchas negras.

Peso: para los ejemplares adultos el peso debería ser de 33 a 50 kg para el macho y de 30 a 37 kg para la hembra.

Pelaje: abundante y espeso (lanudo), de pelos fuertes, puede ser lacio o ligeramente ondulado.