Las Peñas y las libélulas; geometrías telúricas … en los alrededores de Boconó

Ya estamos en Trujillo. Almuerzo en Mucuche.

Los contornos son los protagonistas: caraota, cuajada “corchosa”, arepa de maíz y el primero de varios mojos por venir.

Arrancamos desde Los Altos de Vistití, montañas que flanquean a Boconó.

Un perro y un gato se acarician fraternalmente. Es un buen augurio.

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El horizonte nos trae la represa de Boconoíto. Vamos al encuentro de Las Peñas; formaciones monolíticas que se erigen producto de la teluria de la Falla de Boconó y afines.

Caminamos entre bosques húmedos encantados de “momoyes” (1), bajo la guía del baqueano José de la Paz Santos (José “Niguas”(2)), con

sus cuentos de camino y su sapiencia popular y “floral”. Su morral es una bolsa para fertilizantes cruzada con cueros. La funda de su machete es de “caucho” de manguera. Se aprovecha todo con ingenio.

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Nos topamos con líquenes y musgos multicolores. Pasamos por el Árbol Pícaro (se hace el “seco” para retoñar una y otra vez), el arbusto “Pegajosa” para las ronchas, el singular Corroncho; árbol altivo con frutos de nuez de montaña, con un sabor que asemeja el coco, la conopia; familia de las helicoideas que se tuesta y muela y se toma como café.

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Pasamos por el Llano de las Brujas: lugar de leyendas con mantos de sombra lúgubre y lianas colgantes; el sitio donde se avistó un oso frontino de 7 “arrobas” (70 kg) alimentándose de piñuelas (bromelias) y El Alto de las Niguas (criadero de pulgas). Nos arroparon las leyendas del Perro Negro del Diablo y de su Mula cuya huella está marcada en piedra en un sendero inaccesible para las bestias.

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Luego de más de 2 horas llegamos a la casa de José Niguás; hecha de bahareque y apuntalada con troncos de mapora. Con dos niveles y un “ático” para guardar los aperos y la cosecha. Desayunamos en familia, con un mojo de sardinas en peltre y jugo de tomate de árbol. Los cubiertos son unas conchitas tostaditas de arepa que levantan el mojo y luego terminan engullidas.En el patio nos acompaña la morrocoya, amarrada con soga para que se mantenga en el lindero.

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Seguimos hacia La Cuchilla, las Peñas, Los Conucos y Tucupaz.

En el camino hacemos otra parada. De nuevo la hospitalidad andina nos deleita con el popular mojo y caraotas, y más allá un sorbo de miche de panela, rostros pueriles y cabelleras arremolinadas.

Pasamos por fundos de café, siembras abandonadas que alguna vez lo fueron, piedras de molino incrustadas y la sorpresa mayor: un par de libélulas en acople amoroso. Sus contorsiones son geométricas, y se enlazan dibujando un corazón. La hembra está desnuda en azul y el macho es el cirquense.

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Finalmente llegamos a La Peña Lisa. Es una laja monolítica que forma parte de la pendiente de la montaña. Se cruza con todos los sentidos focalizados en la roca inclinada.

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Hay que vencer el vértigo. Si está mojada es mejor “volver caras”. Ni las bestias pasan. Hay desniveles que ameritan escaleras.

A la redonda nos rodean otras Peñas de singular belleza. Y en el medio el río ahogado entre Peñonas.

Nos despedimos de José Niguas hasta la próxima. Me obsequia su “flecha” (honda) con una carga de municiones (piedras a la medida). Yo le prometí unos “koalas” multibolsillos…que ya están en camino.

Llegamos al final de la tarde a Tucupaz; punto de encuentro con el 4×4 que nos traerá de vuelta a Boconó.

Esperamos en La Cancha de bolos…un alarde de brazo y puntería para derribar tres “pines” de madera solida. Cada uno con un tamaño y puntaje diferente. Recibí unas frías … como premio de consolación.

Al día siguiente remontamos hacia el Río San Carlos; famoso por sus truchas y recodos bucólicos…Hay que relajar las piernas.

El acampe y la zambullida están a la vuelta de la esquina..

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Entramos por Batatal por un camino “pichacoso” (embarrado). Nos llevamos el frescor y las marcas de la picadura de los ”coloraítos”.

Es de madrugada. Hay que emprender el regreso. El frío está despejado. Las estrellas titiritan… sobre un perfil de montañas.

Retorno a la rutina lleno de bríos en el Caprice vetusto de El Pájaro; gallero de Boconó desde los 15 años.Pasión de varias generaciones.

Está orgullosamente feliz. Hace poco ganó su “marañón”. Los alimenta con huevo sancochado, maíz amarillo, plátano y vitaminas.

Los entrena con un maniquí con plumas de gallo. Tienen su “sparring”. No más de 10 minutos…para no desgastarlos.

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Volveremos por las Cuevas de Tucupaz; con salida a Las Peñas, y a llenarnos de la “buena vibra” de Las Bastidas; mi FAMILIA de Boconó; unidos fraternalmente desde que nos conocimos hace más de un lustro juntando pisadas en el camino a Los Nevados.

 

gAt