“Que te AS creido”… Serpenteando las Costas de Aragua, y bajo los 70 Metros de El Chorreron.

2014-05-30 17.18.30Las costas de Aragua son exuberantes a más no poder. Para llegarles por tierra hay que cruzar la impenetrable virginidad del Parque Nacional Henri Pittier, solo mancillada por una sinuosa carretera que vulnero la montaña e introdujo nuestra depredación. La carretera parte desde Maracay, asciende y desciende por más de una hora hasta llegar a Ocumare de la Costa, pasa por Cata y sigue hasta la Cuyagua de los surfistas. O se cruza la montaña por el otro camino y se llega a Choroní.

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El punto de partida para las playas fue Choroní. Colmado de posadas para todos los gustos y presupuestos. Se extienden desde la mar, y se incrustan en la montaña y su bosque. Posadas tropicales hospedadas por vegetación con muchos corredores y hasta baños con techo de cielo. Para ponerle la guinda a un relajante día de playa, ofrecen un buen masaje mientras el día baja el telón. La sombra del bosque tropical, la brisa acariciante y envolvente y los sonidos de pájaros y sus bandas.

WP_20140103_0032014-05-30 15.31.59Desde Choroní se extienden playas al este y oeste. En el caso más extremo son alrededor de 45 minutos, máximo una hora. Entre las opciones del oeste se encuentran  Aroa, Uricao, Cuyagua, Juan Andrés, Cata, Ocumare, y La Ciénaga; una piscina de agua salada que se interna en los manglares.  Hacia el este tenemos a Valle Seco, Chuao, Cepe,  Tonja, y Puerto Maya. A la gran mayoría solo se les llega desde el mar, o a través de caminos de baquianos que cruzan la montaña. Si no quieren navegar se pueden asentar en Playa Grande. Una bahía amplia y rugiente, llena de palmas y de gente.

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IMG_0418A pesar de que puede incrementar significativamente el costo de traslado, no hay como tener un lanchero a la disposición. Reduce la pugna en un muelle caótico y permite conocer la tierra y la mar desde sus habitantes y experiencias singulares. Partir y atracar desde El Malecón es una proeza solo para lugareños. No existe muelle, solo una lengua de tierra y una boquita que une el río con un mar feroz. Nuestro capitán  resulto todo un personaje: Luis Ignacio Rojas, un moreno de Chuao que no delata su media centuria. Su peñero es desafiante: “Que te AS creído”, así como las costas de Aragua.  Aun cuando es de Chuao, vive en Choroní.  Se hace acompañar por su hijo Luis David, quien recibe con refunfuño las lecciones del padre en el arte de conducir el peñero. Abundan los Mayora hasta Puerto Maya, y luego aparecen los Liendo; apellidos de la costa.


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Chuao es cacao transformado en panelas, bebidas, chupetas, trufas, y no pare de contar. Se remonta a la colonia. Para llegarle desde Choroní es poco menos de media hora en un mar bravío. Tan impetuoso, que las redes se amarran de los peñascos buscando bonito, jurel, atún, dorado y aguja. El mar está en extremo picado. No son rizos, sino “dreslos”. Imposible mantenerse secos. Ante cada vaivén del peñero hay una salpicada generosa. En el camino se avistan varias playas aptas. Logramos seguir con la vista una tortuga Carey, fascinante. También se atisba La Cueva del Amor, conocida como “La Olla de Presión”,  ya que ablanda cualquier resistencia.

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El pueblo se encuentra a varios kilómetros del muelle, pero hay transporte público en autobús o en camión. Es una visita obligada. Son menos de 10 minutos que deben hacerse preferiblemente en batea para apreciar los cacaos en fruto a lo largo del recorrido. Es el trabajo organizado de la comunidad. Todo un espectáculo con calidad de exportación. El camino esta asfaltado lo cual luce una ventaja, pero de acuerdo a los expertos ha cambiado el microclima subiendo varios grados la temperatura, lo cual pudiera afectar las plantaciones alrededor. Si tienen suerte tendrán como compañeros de viaje el fruto de la pesca. Vale la pena visitar la iglesia que se esparce inmaculada con sus colores y su virgen de La Concepción, sobre un patio de secado, y remontar hasta el rio Chuao con su balneario en el naciente del pueblo, y un caudal alimentado por varios ríos.  Hay más de un lugareño preparando la sopa, pescando el camarón de río. Son escasos 10 minutos a través de un pueblo bien plantado.

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WP_20140104_025Desde Chuao, hay que internarse casi dos horas en la montaña para llegar aEl Chorrerón una caída de agua de casi 70 metros, con una poza que invita a unas cuantas brazadas y una soledad absoluta, solo interrumpida por mariposas y gavilanes. Esa fue mi experiencia. La travesía es para todo público pero deben contratar un baquiano en el pueblo. Hay más de veinte cruces de rio que se confunden y mueven bajo su sinuosidad y cauce. Al final del recorrido hay un paso llamado la escalera donde el rio puede llegar a la cintura. Tuve la suerte de contar con Elías y sus suelas de piel. Yo soy un fanático de correr descalzo, pero esto es Grandes Ligas.  Su mirada fue vital para detectar par de serpientes ponzoñosas; una mapanare y una coral;  y  ponernos a salvo a punta de palo de guayabo y machete. Además rastreó la madriguera de un hormiguero, la espina de un puercoespín, el zigzag de una cazadora, tenazas de cangrejo, sapitos, camarones de río, arañas, y camaleones.

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WP_20141004_078Para llegar a la playa de Cepe, son apenas 15 minutos en lancha desde Chuao. La playa es extensamente hermosa y con oleaje. Sus aguas son cristalinas,  y tiene una barrera coralina, que la hace ideal para el buceo. Hay varias opciones para comer, desde el desayuno hasta el almuerzo. Hasta una posada que luce soberbia: Puerto Escondido. La alegría y competitividad del pueblo se concentra en la cancha de bolas criollas. Me llene de todo el argot: “boche marranero, punto atrás, rastrero, y por aire”. En una mano la bola, y en la otra la “fría”.

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Al lado oeste de la playa hay un pequeño cerro. Vale la pena coronarlo y observar la mar desde lo alto. Un vaivén turquesa se cuela entre las faldas ocres de las rocas. La espuma rechifla en todos sus poros y grietas. Al pie del cerro hay una playa solitaria: Puerto Escondido.

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Al lado este de la playa hay un extenso cocotal que produce aceite natural y dulces de coco.

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El caserío está a 3 kilómetros de la costa. Destaca la «Casa Cacaotera» (Casa Antigua Cepe), una estructura de la colonia que se impone vetusta ante lo discreto del entorno. Debería ser un patrimonio histórico y cultural, pero está sumida en el abandono.  En este caso no hay transporte, a menos que se contraten los servicios de un mototaxi eventual. El camino es sombreado, flanqueado por mijaos y de vez en cuando te topas con un cacao silvestre. No hay plantación organizada. Desde el pueblo de Cepe se puede seguir caminando hacia la montaña. También hay pozas seductoras con borbotones de agua que bajan de la montaña,  con copas de árboles que danzan al ritmo de la brisa.


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Todos estos pueblos celebran con devoción nuestro folclore. Algunos son más religiosos y otros más bochincheros. Tuve la dicha de ser invitado de honor en Cepe en la fiesta de Cruz de Mayo. Se celebra durante todo el mes. Se conmemoran desde motivos religiosos asociados al madero donde fue crucificado Jesús, hasta el pedimento por una buena cosecha ante el inicio de la temporada de lluvias. La Cruz se adorna con las primeras flores de la temporada. Se amanece al ritmo de los tambores, la fulía y la guarapita. En Cepe predomina el canto; por respeto a la cruz y en Choroni el baile; por las ganas de divertirse.

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Siempre prometo no volver, para no exponerme a lo peligroso de un camino plagado de la imprudencia de los conductores y de la fragilidad de una montaña que quiere recuperar el terreno arrebatado. Pero la belleza de un bosque que solo cede a la costa en su orilla me hacen caer una y otra vez. Demasiada Tentación. Así es la VIDA. Asi son las costas de Aragua.

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Gerardo Antoni Taborda (gAt)

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